Aproximadamente un 6 % de los niños tienen importantes problemas de coordinación que pueden interferir tanto en su desarrollo académico como en su integración social.
El trastorno se conoce como dispraxia o "síndrome del niño torpe", y necesita un tratamiento personalizado y a largo plazo.
Que un niño muestre torpeza no debe ser motivo de preocupación a menos que esta interfiera de forma visible en su desarrollo, en sus tareas y en su día a día.
He aquí algunos de los signos que pueden indicarnos que el niño sufre dispraxia en los primeros años:
- Aún no es capaz de subirse a los sitios, subir escaleras correctamente (alternando los pies) y chutar un balón.
- No corre con normalidad, tropieza y no pedalea bien (sobre un triciclo).
- No coge bien el lápiz. Dibuja con algunos problemas figuras simples (círculo, cruz).
A partir de los cuatro años debe hacernos dudar si:
- No mantiene el equilibrio sobre un solo pie (al menos 5 segundos)
- No lanza bien hacia adelante una pelota, ni la caza al vuelo si se le lanza una a él
- No trepa bien o con demasiado miedo por columpios o parques
- No recorta correctamente formas simples dibujadas sobre papel
- No se abrocha solo los zapatos, y en general, tiene que repetir muchas veces una habilidad manual para que aprenda a ejecutarla
Si se observan varios de estos síntomas en un niño, es probable que esté sufriendo dispraxia. En ocasiones, esta puede estar asociada a algún otro problema de neurodesarrollo, como TDAH, déficits en el aprendizaje de lectoescritura, problemas emocionales, etc. En tales casos debe acudirse a la consulta médica.
Es importante tratar el problema, si hay alguno, pues la mayoría de estudios confirma que la tendencia es que los déficits motores persistan hasta llegar a la edad adulta.
La dispraxia es un trastorno que no tiene nada que ver con la inteligencia. La inteligencia de un niño que la padece puede ser perfectamente normal
pero, por alguna razón aún no identificada, tiene problemas motores o
de coordinación.
La dispraxia no se trata con fármacos. Se
trata, más bien, de elaborar una estrategia a largo plazo mediante la
cual el niño va adquiriendo las habilidades que le faltan.
Como sucede en muchas ocasiones, es más eficaz cuanto antes se empiece. No se lleva a cabo únicamente por especialistas: los padres y los profesores del niño deben implicarse al máximo en ayudarle.
Eso nunca quiere decir presionarle. Un niño con dispraxia nunca debe
ser acusado de no esforzarse lo suficiente para aprender una tarea, pues
de hecho le cuesta un esfuerzo muy grande. Aquí está reflejada la intencion conjunta de casasadenenoscandas.com que a través de ejercicios psicomotores apoyará la adquisición de los contenidos escolares.
Función motriz gruesa: algunos niños con dificultades de aprendizaje
también tienen problemas de coordinación muscular. La aptitud de un niño
en el deporte es muy visible, se ve claramente la eficacia de las
conexiones entre su cerebro y los grandes músculos (coordinación de los
movimientos). Para algunos niños cualquier movimiento parece fácil, para
otros parece imposible. Hay niños que evitan deportes de pelota o
balón, que sin embargo destacan en actividades como la gimnasia y el
baile. Es porque su procesamiento espacial no puede ir a un ritmo y una
complejidad tan elevadas, mientras que el procesa,miento de información
que llega de sus músculos en acción sí es el adecuado, o es mejor de lo
normal. Los niños más “patosos” en los deportes habituales reciben
muchas críticas. Cuando un niño tiene una disfunción de la función
motriz gruesa, puede verse expuesto a muchas humillaciones, por eso es
bueno que pueda practicar en la intimidad si quiere. “Entre el lenguaje y
la función motriz gruesa se desarrollan diálogos fascinantes” cuando se
juega al baloncesto, por ejemplo. Cuando ya se domina la actividad esas
“conversaciones con uno mismo” se van reduciendo. Entre un entrenador y
sus alumnos se produce una intensa comunicación en dos direcciones, que
debe regular también la función motriz. Hay niños que no son capaces de
asimilar esas instrucciones, porque tienen grandes dificultades para
interpretar el lenguaje que hace referencia al movimiento y al espacio.
- Función motriz fina: Esta función exige mucha memoria y coordinación entre las vías visuales y los dedos. La jornada escolar es muy exigente en esta función. “Para bien o para mal, los niños, sobre todo durante la etapa de preescolar y de primaria, tienden a ser muy sensibles a su actuación motriz fina. Cuando no tienen habilidad en esta tarea se sienten muy inferiores, los padres deben darles seguridad y consuelo, tranquilizarles y trabajar con ellos a fondo, si es necesario, en una actividad motriz fina en la que puedan sentirse orgullosos. “Tendemos a observar una fuerte correlación entre la capacidad para la ordenación espacial de un niño y su destreza motriz fina. Aunque no siempre ocurre así, los estudiantes dotados con un sentido superior de la disposición espacial, los que poseen una sólida percepción y memoria del espacio, suelen ofrecer las muestras más impresionantes de motricidad fina” (p. 210). Niños muy hábiles en dibujo o manualidades pueden sin embargo tener muchas dificultades en lectura o en la ortografía o en las matemáticas. Mejorando la motricidad fina de un niño con problemas en el estudio podemos ayudarle mucho a recuperar una imagen positiva de sí mismo, siempre que encuentre actividades donde su motricidad fina sea buena. Para los niños con disfunción grafomotriz puede ser recomendable que usen el teclado (ordenador portátil). A algunos niños les resulta casi imposible controlar lo suficiente el movimiento de los dedos como para escribir (problema de implementación motriz). Pueden sufrir un “trastorno de agnosia digital”, pierden la noción de dónde se encuentran sus dedos. Son niños que de pequeños escriben acercándose mucho a la hoja.
- Función motriz fina: Esta función exige mucha memoria y coordinación entre las vías visuales y los dedos. La jornada escolar es muy exigente en esta función. “Para bien o para mal, los niños, sobre todo durante la etapa de preescolar y de primaria, tienden a ser muy sensibles a su actuación motriz fina. Cuando no tienen habilidad en esta tarea se sienten muy inferiores, los padres deben darles seguridad y consuelo, tranquilizarles y trabajar con ellos a fondo, si es necesario, en una actividad motriz fina en la que puedan sentirse orgullosos. “Tendemos a observar una fuerte correlación entre la capacidad para la ordenación espacial de un niño y su destreza motriz fina. Aunque no siempre ocurre así, los estudiantes dotados con un sentido superior de la disposición espacial, los que poseen una sólida percepción y memoria del espacio, suelen ofrecer las muestras más impresionantes de motricidad fina” (p. 210). Niños muy hábiles en dibujo o manualidades pueden sin embargo tener muchas dificultades en lectura o en la ortografía o en las matemáticas. Mejorando la motricidad fina de un niño con problemas en el estudio podemos ayudarle mucho a recuperar una imagen positiva de sí mismo, siempre que encuentre actividades donde su motricidad fina sea buena. Para los niños con disfunción grafomotriz puede ser recomendable que usen el teclado (ordenador portátil). A algunos niños les resulta casi imposible controlar lo suficiente el movimiento de los dedos como para escribir (problema de implementación motriz). Pueden sufrir un “trastorno de agnosia digital”, pierden la noción de dónde se encuentran sus dedos. Son niños que de pequeños escriben acercándose mucho a la hoja.
No siempre un niño puede encontrar satisfacciones en todas las áreas, y
que a veces es mejor aceptar que no es bueno en algo, pero que tiene
otras muchas habilidades.
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